Voto en las
elecciones de mi país porque en primer lugar las creo democráticas y transparentes, y sobre
todos honestas porque para nada inmiscuye el dinero como elemento comprometedor
y corrupto.
Fui porque
quise ir, fue mi voluntad y nadie intentó presionarme para que diera mi voto a
uno u otro de los dos candidatos por mi zona residencial; y creo que eso es
algo muy importante en el mundo actual donde el dinero impone su voluntad.
Mi voto fue
por el que creí con más posibilidades de tramitar y solucionar las dificultades
que existen o pueden presentarse en la barriada; y estoy clara que a mi
representante ante el gobierno del municipio no le compete resolver los
problemas, pero sí tramitarlo y exigir por su solución ante las instancias
superiores. Ellos en los próximos días juramentarán su condición de delegados y
al hacerlo tienen un compromiso muy serio con sus electores, son el eslabón entre
estos y los gobiernos y entidades administrativas.
Y es aquí
donde en muchas ocasiones surgen los problemas, porque aparece el protagonista
de los peros, el ahora no se puede, hay que elevarlo, deme un tiempo para darle
la respuesta… habló de la burocracia que con su estatismo, decreto y
resoluciones desgasta y demerita el
valor y el poder que yo le di a mi vecino como representante del Poder Popular e integrante de una asamblea legislativa a
nivel de municipio.
Pero mi
delegado tiene que sobreponerse a esas dificultades y pensar que todo lo que
logre o todo lo que aclare o explique ayudará a perfeccionar y mejorar nuestro
sistema que es justo y perfectible.
En tiempos de
elecciones rememoro las anécdotas que me contaban del abuelo Chano, siempre con
carácter fuerte, que en época de elecciones cuando se asomaban por el bohío los representantes de los distintos Partidos, desaparecía para no tener que
aguantar tanta ¨habladera por gusto¨.