lunes, 18 de junio de 2012

Tu recuerdo
Aunque las personas queridas ya no estén siempre los llevamos en el recuerdo, y más cuando se acerca un día señalado. Estamos en junio, toca el homenaje a los padres. El mío como todos no fue perfecto pero supo darnos amor a pesar de su severidad y exigencia con nuestro comportamiento, a pesar de su voz baja para recriminarnos  por una majadería o mala actuación o para enseñarnos a mi hermana y a mí como comportarnos con esa persona mayor, hosca y malhumorada, vecina del barrio.
En mi niñez me convertí en su sombra, no me le quería despegar y me molestaba más que a mami verlo salir muy a menudo perfumado por las noches.
Sin hablar casi, fui admiradora de sus bonos del movimiento 26 de Julio, guardados todavía en la gaveta de su escaparate junto a sus documentos de Mason y un ejemplar de la primera edición de La Historia me Absolverá.
Con él aprendí a seguir todo lo que acontecía a mi alrededor con el triunfo de la Revolución. Fue un adicto a las noticias sobre el proceso que comenzaba y evolucionaba vertiginosamente y me contagié. Proceso que él defendía y criticaba a pesar de ser un hombre de negocio.
Fue el padre que me enseñó a bailar en las fiestas populares por Navidad y fin de año, allá por la década de los 60; el que disfrutaba en nuestra compañía un día de playa. El que cuando partía para la Universidad desató las amarras del hogar al decirme: Ahora tienes que cuidarte tú. El que tan preocupado estaba a punto de tener yo mi hija, que prometió no fumar más si todo salía bien.
Ese es el padre que no dejo de querer y recordar.

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