Estamos en pleno verano, una etapa de vacaciones en Cuba, pero no para todos, por supuesto, muchos siguen trabajando porque hay responsabilidades que no se pueden eludir ni dejar para mañana.
En esta temporada del año también se extreman las medidas sanitarias pues es muy propensa a las infecciones respiratorias agudas y a las enfermedades diarreicas. Es decir se eleva la alerta médica fundamentalmente en los niños pequeños o como también decimos los lactantes, pero sin descuidar a los mayorcitos.
Una combinación de estos dos padecimientos puede hacer peligrar la salud de los pequeños, entonces ahí están los Médicos de la Familia para prevenir y enfrentar cualquier contratiempo. Específicamente en esta temporada tienen que conocer todos los días el estado de sus pequeños e informar a su institución cual es la situación y ante cualquier duda se remite al hospital infantil.
Todas estas medidas se cumplen años tras años, pero en este las precauciones han sido mayores. Cuba y sus médicos no juegan con la inmunidad de sus niños. El programa materno infantil establecido desde hace muchos años, a pesar de dificultades y deficiencias, permite a la Isla caribeña mantener una atención de país de primer mundo.
Sin dudas en esos resultados está la labor anónima y profesional de un médico que no está en grandes y relevantes instituciones, pero sí pegadito a sus pacientes, viéndolos y saludándolos todos los días. Ese es el médico de la familia.
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